viernes, junio 13, 2008

Rancio pero con encanto.

El gran Azorín ya dijo en su día..."A través del espejo de Lhardy‚ nos esfumamos en la eternidad‚ entramos y salimos del más allá"...

A comienzos del año 1839‚en pleno fervor pre-revolucionario (1848)‚un ginebrino se aventuró a abrir en nuestra ciudad un restaurante que combinara a partes iguales europeismo y tradición.

De este modo‚ se conocerá en Madrid la salsa del aristócrata Louis Bechamel‚ así como los souffles y el vol-au-vent‚ los brioches y los croissant. Todo un descubrimiento para el Madrid de la época y las bases de nuestra cultura gastronómica.

Aquí se hacían y deshacían gobiernos, se conspiraba y se hablaba de romances con cabareteras. Aquí vivieron sus romances desde la reina Isabel II al general Primo de Rivera.

La única vez que estuve en el restaurante, naturalmente tome cocido, las raciones no son muy abundantes, pero los ingredientes de primera calidad, el camarero nos pregunto si queriamos repetir de algo y ni corto ni perezoso le conteste - de todo- sin inmutarse volvimos a empezar y naturalmente que me lo comí.

1 comentario:

Unknown dijo...

Veo que me has entendido perfectamente. :)