jueves, octubre 05, 2006

JUICIO Y MUERTE DE MUÑOZ SECA

Desde su ingreso en la cárcel y checa de San Antón, el 1 de agosto de 1936, Muñoz-Seca escribe a su mujer tres cartas y cuarenta y una tarjetas postales. Apenas se registran rasgos de humor en sus escritos. Como buen andaluz soporta mejor el calor que el frío. Por la brevedad del espacio en blanco de las postales, su correspondencia se limita a la exposición de sus necesidades. Ropa de abrigo, mudas, medicinas para su úlcera de estómago, agua mineral y latas de conserva. En casi todas las comunicaciones hace referencia a Dios. En veinte de las postales, para tranquilizar a los suyos dice «estar bien y haber engordado». Desde el 1 de agosto al 28 de noviembre, madrugada de su asesinato, perdió 29 kilogramos de peso. Peticiones en todas las postales de tranquilidad a su madre, que vive en el Puerto de Santa María. De repente, en una postal, un golpe de humor. Le pide a su mujer que le envíe a la cárcel una de sus bigoteras. Sus bigotes se desmoronan. «Estoy harto de meter los bigotes en la sopa del rancho». Y le llega la bigotera, recuperando su personalidad. Meses más tarde, en el alba de su fusilamiento, antes de ser empujado a la trasera del camión de la muerte, el miliciano «Dinamita» le ata las manos brutalmente a la espalda con un bramante que le alcanzaba las venas, y entre el alborozo de sus compañeros, con unas tijeras le cortó los bigotes. «Para donde vas, no te van a hacer falta». De esta forma, también humillaron su estética antes de asesinarlo.

El trayecto de San Antón a Paracuellos del Jarama, lugar en el que las expediciones de presos controladas por Santiago Carrillo se detenían para fusilar a los expedicionarios, lo hizo con las manos atadas. Allí fue liberado del bramante y le permitieron fumar un cigarrillo mientras presenciaba las primeras descargas contra inocentes de los amables pelotones del Frente Popular.

Muñoz-Seca pasó su cautiverio en el Departamento 2 de la planta baja de San Antón. Tiene al principio, como compañeros de celda, a ocho oficiales de la Armada, y a los hijos de l5 y 13 años de un oficial del Ejército de Tierra. También, en la misma celda, están confinados José Arizcun, el sacerdote Tomás Ruiz del Rey, Julián Cortes Cabanillas y el actor Guillermo Marín, padre del actual portavoz del Partido Comunista en la Asamblea de Madrid. Todas las tardes, con su melena blanca desvencijada, aparece por San Antón el escritor Pedro Luis de Gálvez, que debía a Muñoz-Seca múltiples favores. «A éste que nadie lo toque. A éste lo voy a matar yo personalmente, ¿verdad maestro?». Y Muñoz-Seca le respondía: «Honradísimo Gálvez, honradísimo».

En ABC, durante una «Noche de los Cavia», me contó Cayetano Luca de Tena. también compañero de checa de Muñoz-Seca, que sólo en una ocasión se lo encontró llorando. Fue el día en que supo que sus ocho compañeros de celda de la Armada y los hijos del oficial del Ejército habían caído en una de las primeras sacas. En aquella ocasión escupió en el rostro de sus carceleros, y éstos lo tumbaron de un puñetazo. En el Puerto, el hermano menor de Muñoz-Seca, José, hace gestiones con Vicente Alberti, hermano de Rafael, para que éste se interese por don Pedro. Alberti no se dio por enterado.

En las cartas de noviembre se adivina la desesperanza. Pero ya no le llegan a su mujer. Gracias a un diplomático mejicano, que hacía de correo de presos, la mujer de Muñoz -Seca recibiría esas postales y la última carta tres años después, en 1939. Se ahorró el sufrimiento. El 26 de noviembre es «juzgado» por un tribunal popular y condenado a muerte «por fascista, monárquico y enemigo de la República». El 27 es llamado por el director de la checa. En la madrugada del 28, se encierra en su celda con el sacerdote Tomás Ruiz del Rey. A las dos de la mañana, le escribe a su mujer la última carta. No le tiembla la mano y su caligrafía es perfecta.

«No te olvides de mi madre. Procura que Pepe mi hermano me sustituya en los deberes para con ella. Y tú, dile cuando la veas, que su recuerdo ha estado siempre conmigo. Nada tengo que encargarte para los niños. Sé que todos ellos, imitándome, cumplirán con su deber. Siento proporcionarte el disgusto de esta separación. Pero si todos debemos sufrir por la salvación de España, ésta es la parte que me ha correspondido. Benditos sean estos sufrimientos».

Después de las palabras de despedida, añade una posdata y la fecha. «Como comprenderás, voy muy bien preparado y limpio de culpas. 28 de noviembre».

Le quitaron la maleta, los abrigos, el reloj y sus objetos personales. Le cortaron los bigotes. Al llegar a Paracuellos fumó. Tiró el cigarrillo y dijo, «cuanto antes». Gritó «Viva España y viva el Rey» y su cuerpo se quebró con la descarga. El tiro de gracia se lo dio, con mucho talante, un oficial de las Brigadas Internacionales. Está enterrado en una fosa común de Paracuellos del Jarama.

Memoria histórica.

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